La pareja no es un camino de rosas.Los datos sobre separaciones y divorcios lo dejan patente. Desde que en el año 1981 entrara en vigor la Ley del divorcio y se fueran suavizando las posturas de la sociedad en torno a la ruptura matrimonial oficial, los números no hacen más que crecer cada año. Si en el 81 se dijeron adiós algo más de 17.000 parejas, en 1996 fueron 86.000 los matrimonios que hicieron aguas, 3.500 más que el año anterior, según datos del Consejo General del Poder Judicial. El dato de las parejas destruidas es significativo si sabe que en el 96 se constituyeron 190.780 matrimonios. Se ha triplicado, pues, la tasa de naufragios en tan sólo 15 años. El porcentaje de parejas que fracasan ha subido a la par que la cotización bursátil.
¿Es que el matrimonio ya no es un valor en alza o es que


Inmadurez. Difícil de solventar. Cuando uno de los tortolitos se ha quedado estancado en su infancia y no asume las responsabilidades adosadas a su elección, la situación suele ser insalvable. El enfrentamiento y malestar derivado de la imposibilidad de abandonar el chupete empuja la entente al precipicio. Inconstantes, caprichosos, demasiado fantasiosos y carentes de una visión realista sobre las consecuencias de sus actos, es preferible esperar a que crezcan antes que continuar dándoles oportunidades.
Egoísmo. Yo, mi, me, conmigo. "La pareja es una labor de equipo y cuando uno de los miembros no quiere jugar en igualdad de condiciones, el tándem tiende a romperse, por egoísmo excesivo en muchas ocasiones", asegura Alejandra Vallejo-Nágera autora de El amor no es ciego. El sentimiento amoroso no es puramente altruista. Cuando se da, uno espera recibir lo mismo a cambio, o al menos, en similar proporción. El intercambio de afecto, de entrega, de comprensión, de trabajo y de un largo etcétera si no es bidireccional logrará consumir el proyecto en común.
Falta de palabras. La incomunicación es uno de los pilares en los que acaban basándose muchas parejas. Se comienza por omitir un pequeño enfado con el ilusorio fin de preservar de grietas la convivencia. Sin embargo, la lista de silencios va engordando en igual proporción al resentimiento acumulado. Los miembros de la pareja terminan mostrando más confianza con el tendero que con quien duermen. Las parejas felices también regañan y se enfrentan a problemas. Diálogo y sinceridad imprescindibles para continuar juntos. Las quejas en voz alta, con precisión y claridad, restan relevancia al cabreo y minimizan el conflicto.
Autoengaño. La creencia de que uno logrará cambiar al narcisista seductor en un abducido que solo tenga ojos para ella o conseguir que a la adicta al piropo solo le satisfagan tus lindeces, es mentirse a uno mismo. La extendida técnica de la venda en los ojos nunca resulta. Tampoco prometen demasiado las uniones en las que uno de los miembros proyecta en el otro su ideal de persona y le disfraza de alguien que no es.
Rutina. Es un goteo lento pero seguro. No hay lugar para grandes broncas, sólo para una profunda desidia amorosa. "La apatía es lo peor de una relación. Cuando se instala el desinterés hay muy poco que hacer", sentencia la terapeuta Mª Jose Carrasco. Hay que esforzarse por mantener un intercambio saludable. Las mujeres se sienten más responsables de la calidad afectiva mientras que los hombres están más entrenados en otro tipo de estrategias. Ella se adelanta a sus necesidades y él prefiere organizar cenas, viajes, etc. El sueño de que el otro si te ama debe adivinar tus deseos es más propio de un cuento de hadas que de la vida terrenal.
los españoles se han vuelto más exigentes en el amor? Quizá habría que preguntarse cuáles son los motivos más reincidentes a la hora de analizar el fin de una relación para entender mejor el desamor de finales de siglo. Algunos sociólogos hablan del egocentrismo que reina en las actuales uniones. Dicen que la realización personal se sitúa en el primer puesto del ranking de
prioridades. Se señala con el dedo a los esposos de hoy en día y se les acusa de minar la familia, la institución más permanente de la historia de la civilización. Sin embargo, la familia no desaparece, ni se encuentra en crisis, simplemente evoluciona al mismo ritmo que lo hace la sociedad. "La clave del proceso de modernización familiar se explica en términos de individuación. Se pasa de una familia fruto de la necesidad y falta de alternativa a otra electiva, en la que se participa voluntariamente movidos por la libertad personal y la independencia económica. Lo cual no sólo no perjudica sino que beneficia las relaciones familiares", como recoge la socióloga Inés Alberdi en el Informe sobre la situación de la Familia en España.
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