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miércoles, 12 de agosto de 2020

SER o TENER

 



El deseo de poseer, aunque tiene un lado bueno, también tiene un lado pernicioso y preocupante: la ambición desmedida.

 

La gente de muchos medios, casi siempre, quieren tener más y más. A menudo olvidan que el lado bueno de la riqueza, lo que realmente nos hace felices, aparece cuando la usamos para hacer buenas obras y ayudar a nuestros vecinos.

 

Una riqueza alcanzada con honestidad es motivo de placer y satisfacción, pero también debe servir a la sociedad. Un Papa dijo con razón: "una hipoteca social pesa sobre toda riqueza".

 

¿Y por qué siempre queremos tener más? Vamos a controlarnos a nosotros mismos, no sea que seamos ambiciosos y codiciosos. Cuántas veces podemos prescindir de esto o aquello, porque sabemos bien que no todo lo que queremos es necesario.

 

También sabemos que nuestras necesidades son elásticas y varían según nuestra voluntad. Si las consideramos demasiado importantes, se estiran, se vuelven exigentes e imperiosas; si las ignoramos, se encogen e incluso desaparecen.

 

Para que el ansia de riqueza no nos abrume, imaginemos que no es tan necesario como para perturbar nuestra felicidad. Cuanto más pensamos que lo necesitamos, más pobres nos sentiremos.

 

Hoy, tratemos de afianzar en nosotros un concepto que es, sin duda, muy fuerte: "SER" trae mucha más felicidad que "TENER". El secreto es armonizar los dos. ¡Intentémoslo siempre! ¡Vale la pena!

 

¡Un abrazo!

miércoles, 1 de julio de 2020

¡No te rindas!




Hay momentos en la vida en los que nos encontramos en un cruce de carreteras sin saber qué dirección tomar, porque hay muchos caminos.

En estos momentos de incertidumbre, dudas e inseguridades, es inútil ir sin rumbo, es aconsejable ser cauteloso con paciencia y esperar el momento adecuado para avanzar con seguridad.

Dejemos ir la tensión y la desesperación y tomemos posesión de la brújula del discernimiento para tomar la decisión más sabia respaldada por nuestra fe y confianza en nosotros mismos.

A menudo, en las horas de tensión y angustia, no escuchamos nuestra intuición, y ahí es donde nos sentimos perdidos, desanimados y, a veces, perdiendo la fe y debilitando nuestro espíritu.

¡No te rindas! Busquemos la poderosa fuerza de Dios y no nos dejemos engañar pensando que estamos solos y abandonados. ¡No lo estamos! Dios nunca abandona a sus hijos. ¡La fe y la perseverancia es la clave!


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Casualidad o causalidad

No es ésta la única ocasión en la que hablo de la dualidad casualidad/causalidad, pero me parece un tema de tanta profundidad reflexiva que, lo traigo nuevamente a colación acompañado de un vídeo que he encontrado en Youtube.
Continuamente he mantenido lo que a mi gran amigo Gabriel le gusta recordar que, no existen las casualidades, sino las causalidades. Que nada ocurre porque sí. Que las cosas ocurren por una razón, por una causa. A veces, incluso, por varias. Pero hasta ahora nunca había reflexionado profundamente sobre ello.
La causa de un objeto es aquello que lo origina; la explicación de por qué está ése objeto ahí, de cómo ha llegado hasta ahí. La causa de un objeto no es aquello para lo que ha sido creado; no es ni la explicación de PARA QUÉ está ahí, ni de cuál es su FINALIDAD. He aquí la gran diferencia: no es lo mismo explicar el por qué de un objeto (causa o causalidad) que explicar el para qué de un objeto (fin o finalidad).
Que todos poseamos un por qué no quiere decir que tengamos un para qué. Que poseamos causa no quiere decir que tengamos finalidad. Que estemos aquí por una causa y no por mera casualidad no quiere decir que tengamos destino.
Hablar de causalidad no es hablar de destino.
Estamos aquí POR una razón, por una causa; pero no PARA una razón en particular, para un fin.
Tengo causa. No sé cuál, pero la tengo, y eso no condiciona mi finalidad, mi futuro ni mi destino. No necesito conocer mi causa para poder elegir mi finalidad en la vida.
El poder de Dios, la evolución, la adaptación, un terremoto, un milagro… ¿Qué más da? La causa más inmediata y cercana de por qué estoy aquí es mucho más sencilla de comprender: el amor.
Estoy aquí porque dos personas se amaron, y de ese amor nací yo. Ése es mi por qué, mi causa. Mi destino, mi fin, está bajo mi decisión y es, al fin y al cabo, una de las pocas cosas que realmente me pertenecen.