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lunes, 19 de agosto de 2024

Sobre la muerte



Hoy traigo a colación un tema del que mucha gente prefiere no hablar. Algo malentendido, malinterpretado… ¿adivinas qué es?

¡Exacto, la muerte!

Cuando menciono esta palabra en conversaciones cotidianas, se genera un silencio… la gente prefiere no hablar de ello. Como si por ignorarla no se fueran a morir nunca. Para muchos es el gran misterio, lo desconocido, lo inevitable. Y, para la mayoría, el gran miedo de sus vidas. A muchos les aterroriza, les paraliza.

¿Por qué? Por la opinión que tienen de ella. Opinión generada por sus creencias, que a su vez son heredadas de sus juicios, educación, entorno social, etc.

Pero esta opinión se puede cambiar. No sólo para perderle el miedo, sino para vivir mejor.

Todo comienza por hacer el ejercicio relativo a la disciplina del juicio. Con paciencia, veremos que no tiene sentido preocuparse por la muerte.

Desde un punto de vista lógico, no tiene sentido preocuparse por algo que va a suceder seguro, antes o después. Si no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Lo que sí tiene sentido es vivir de manera tan consciente que, cuando venga, podamos quitarle la máscara, mirarle a los ojos y decirle: te estaba esperando.

Por ello, debemos trabajar por despojar a la muerte de nuestros juicios, de nuestras preferencias, de nuestras opiniones no elegidas por nosotros. Así, nos daremos cuenta de que morir sólo es un cese de vivir.

No debería preocuparnos el “cese”, sino el “vivir”. Cuándo llega el cese no lo podemos controlar. Cómo es el vivir, sí.

Decía Séneca que somos necios porque nos preocupamos mucho por alargar la vida en vez de por vivirla. No puedo estar más de acuerdo con él.

Vivió tan conforme a esta idea, a base de practicarla, que sabemos por Tácito que, cuando a Séneca le ordenaron suicidarse, hizo lo siguiente: Sin dejarse turbar, pide Séneca su testamento y, ante la negativa del centurión, se vuelve hacia sus amigos, diciendo que, “puesto que se le prohibía agradecer sus servicios, les deja al menos el único bien que le restaba, pero el más hermoso de todos: la imagen de su vida”.

Y no sólo eso, sino que con serenidad a quienes lloraban su muerte “qué había venido a ser sus lecciones de prudencia, dónde estaban los principios que habían meditado durante tantos años contra la fatalidad”.

¡Qué bello ejemplo! ¿No es así? Nos demuestra que cómo vivimos y cómo morimos se puede entrenar y practicar. Otra cosa es que no tengamos la grandeza de espíritu para hacerlo. Que prefiramos virar hacia lo cómodo. Pero, posible, desde luego, es.

Ya hemos despojado a la muerte de nuestros juicios. Ahora, ¿por dónde continuar?

Por donde nos recomendaban los estoicos: meditando sobre ella con frecuencia. Familiarizándonos con su cercanía.

Así lo explica el filósofo Epicteto, en unas inspiradoras líneas:

“Que la muerte y el exilio estén a diario ante tus ojos, pero sobre todo la muerte; y nunca abrigarás un pensamiento abyecto, ni codiciarás ansiosamente nada”.

Cuando entendemos esto, podemos decir con serenidad lo mismo que decía Epicteto: “Si tengo que morir ahora, entonces moriré ahora. Pero si tengo que morir más tarde, entonces ahora voy a cenar porque es la hora de cenar”.

Ejemplos Históricos

La historia está llena de ejemplos de personas que enfrentaron la muerte con valentía y serenidad. Aquí algunos de ellos:

Sócrates: El filósofo griego Sócrates fue condenado a muerte por corromper a la juventud de Atenas y por impiedad. Aceptó su sentencia con calma y pasó sus últimos momentos discutiendo sobre la inmortalidad del alma con sus discípulos. Bebió la cicuta sin temor, demostrando su creencia en la filosofía que había enseñado toda su vida.

Juana de Arco: La joven guerrera y santa francesa fue quemada en la hoguera a los 19 años. A pesar de las torturas y el juicio injusto, mantuvo su fe y valentía hasta el final, convencida de que estaba cumpliendo la voluntad divina.

Mahatma Gandhi: El líder pacifista indio fue asesinado en 1948. Gandhi había vivido su vida predicando la no violencia y la verdad, y enfrentó su muerte con la misma serenidad con la que había vivido. Sus últimas palabras fueron una bendición para su asesino.

Nelson Mandela: Aunque no murió en circunstancias violentas, Mandela pasó 27 años en prisión, enfrentando la posibilidad de la muerte en cualquier momento. Su capacidad para perdonar y su lucha por la justicia y la igualdad hasta el final de sus días son un testimonio de su grandeza de espíritu.

 

Reflexión Final

Aceptar la muerte como parte natural del ciclo de la vida nos permite apreciar y valorar cada momento que tenemos. Nos ayuda a enfocarnos en lo verdaderamente importante y a vivir de manera más auténtica. Además, comprender que la muerte es parte de la vida nos ayuda a enfrentar mejor el proceso de duelo cuando perdemos a un ser querido.


sábado, 17 de agosto de 2024

Respetar y hacer bien por amor al mismo bien

 


Cada persona tiene su propia manera de ser, pensar y actuar. Es fundamental respetar la individualidad de cada uno, tal como deseamos que nos respeten a nosotros. Este respeto mutuo es la base de una convivencia armoniosa y pacífica, donde cada individuo puede expresarse libremente sin temor a ser juzgado o discriminado.

 Es evidente que nadie está obligado a ser ni a pensar como nosotros. Las opiniones, gustos, hábitos y costumbres varían de un individuo a otro, y esta diversidad enriquece nuestra sociedad. Aceptar y valorar estas diferencias es esencial para construir un entorno inclusivo y respetuoso, donde la pluralidad de ideas y formas de vida se vea como una fortaleza y no como una amenaza. Por ejemplo, en un equipo de trabajo, valorar las diferentes perspectivas puede llevar a soluciones más creativas e innovadoras.

 Todos tenemos el deber de contribuir al bienestar colectivo, buscando siempre lo mejor para nosotros y para el mundo en el que vivimos. Este compromiso con el bien común nos impulsa a actuar con responsabilidad y solidaridad, entendiendo que nuestras acciones tienen un impacto directo en la comunidad y en el medio ambiente. Un ejemplo de esto es participar en actividades de voluntariado, como limpiar playas o ayudar en comedores comunitarios, lo cual beneficia tanto a las personas como al entorno.

 Además, debemos respetar a cada ser vivo, reconociendo que la divinidad está presente en todos ellos. Este respeto se extiende a las personas, la naturaleza y la vida misma. Al honrar la vida en todas sus formas, fomentamos un mundo más justo y equilibrado, donde cada ser tiene un lugar y un propósito. Por ejemplo, adoptar prácticas sostenibles como el reciclaje y el uso de energías renovables ayuda a proteger nuestro planeta y a todas las criaturas que lo habitan.

 No olvidemos que la paz en el mundo depende de la comprensión y la tolerancia que tengamos unos hacia otros. La empatía y la aceptación son claves para resolver conflictos y promover la armonía. Al ponernos en el lugar del otro y entender sus perspectivas, podemos construir puentes de diálogo y cooperación. Un ejemplo concreto es mediar en un conflicto entre amigos, escuchando ambas partes y buscando una solución que satisfaga a todos.

 En términos más generales, si las personas y las naciones se respetaran mutuamente tal como son, nunca habría guerras. Sin embargo, esta paz universal solo será posible si comienza dentro de cada uno de nosotros. La paz interior es el primer paso hacia la paz global. Cultivar la serenidad y el equilibrio en nuestro interior nos permite enfrentar los desafíos externos con mayor sabiduría y compasión. Practicar la meditación o el mindfulness puede ser una forma efectiva de alcanzar esta paz interior.

 Por eso, valoremos el día de hoy, reforzando nuestra intención de actuar cada día para fortalecer el ejercicio constante de la tolerancia, el amor y la paz. Cada pequeño gesto cuenta y contribuye a un mundo mejor. Desde una sonrisa a un desconocido hasta un acto de generosidad, todas nuestras acciones pueden sembrar semillas de bondad y esperanza. Por ejemplo, ofrecer tu asiento en el transporte público a alguien que lo necesita es un pequeño gesto que puede tener un gran impacto.



miércoles, 18 de mayo de 2022

Supera el estrés



El ser humano tiene una tendencia innata a normalizar las situaciones en que se ve envuelto. Por eso a veces es difícil identificar el impacto que este mundo estresante en el que vivimos tiene en nuestra salud.

Mucho se ha hablado del estrés y de sus consecuencias devastadoras para la salud.

Desafortunadamente vivimos cada día experiencias estresantes, incorporando esta ansiedad como parte de nuestra rutina.

Que nuestras vidas nos parezcan normales nos impide ver muchas veces ver las consecuencias de eso que normalizamos. Vamos llenando de a poco el vaso que nos contiene, “esperando” a la última gota para explotar y tomar medidas.

Vivimos en una cultura que socava constantemente nuestras vías de conexión y no siempre tenemos la facilidad de cambiar nuestras circunstancias de vida. Por eso es fundamental encontrar la forma de equilibrar la respuesta al estrés excesivo. Sin duda, identificado el estrés o no, conviene seguir algún programa de prevención o reducción del estrés. Hay muchas formas de combatirlo que son relativamente sencillas. Desde la práctica de la meditación a la práctica de ejercicio regular. Pero, no todos los sistemas funcionan para todo el mundo, por eso es importante encontrar el propio y ejercitarlo.

Mi consejo es simple, aunque en ocasiones, nos parezca difícil de llevar a la práctica.

Hagamos tiempo para nosotros, tiempo para nuestra familia y tiempo para nuestros amigos. Esta práctica evita el agotamiento físico, y el más devastador es el agotamiento mental. Casi siempre subestimamos la importancia del descanso que debemos darle a la mente, cuya recuperación es más lenta.

Según la propia Biblia, "Nadie puede servir a dos señores". Cuando dedicamos un tiempo excesivo al trabajo, por ejemplo, es seguro que descuidaremos otras necesidades, por falta de tiempo o por agotamiento físico.

Del mismo modo que, por costumbre u obligación, tenemos tiempo para despertarnos, trabajar, almorzar, etc. una cita con los amigos.

El trabajo es importante para el sustento y el crecimiento, pero ojo, porque la mayor recompensa de nuestro trabajo no es el salario, sino en qué nos transforma. Relajemos nuestra mente, para usarla más y mejor.

Nuestra mente también necesita unas vacaciones. Si no podemos viajar, vamos al cine; a algún entretenimiento saludable, o incluso a leer un libro. Estas prácticas, además de alejar nuestra mente de problemas innecesarios, pueden asegurar una mejor calidad de vida.

Recordemos que “Si el futuro nos preocupa demasiado y el pasado nos aprisiona, el presente se nos escapa. Por eso, de vez en cuando, decidimos “perder” un poco de tiempo con nosotros mismos”. Y, sin embargo, es mejor disfrutar de la supervivencia que simplemente sobrevivir.

Desde este momento, disfrutemos de nuestra supervivencia, con mucha alegría y paz. ¡Nosotros lo merecemos!

Dedicado a Mónica Martínez García

lunes, 28 de junio de 2021

La paciencia es la Maestra de la vida

No nos dejemos llevar por las prisas, ejerciendo siempre la gran virtud de la paciencia. La oportunidad que tenemos de entrenarla es precisamente en momentos de incomodidad e incluso de falta de preparación.

Si estamos atravesando un momento como este, de dificultades y de gran preocupación, no perdamos la oportunidad de ejercitarlo. La impaciencia y la prisa, casi siempre, se suman a nuestro sufrimiento.

Tengamos un poco más de tranquilidad, busquemos el refuerzo de la paz interior, pongámonos en oración a nuestro Creador que es la mayor fuerza a nuestra disposición, y pronto aparecerá la idea más adecuada para la solución de nuestros problemas.

Apliquemos el antiguo y sabio proverbio latino: "Pacientia est magistra vitae", la paciencia es la Maestra de la vida. Pues bien, como Maestra, siempre es una excelente compañera ante cualquier obstáculo. Así que seamos pacientes con nosotros mismos porque sí, nos merecemos todas las oportunidades.

Busquemos siempre la calma necesaria para encontrar mejores soluciones a nuestros problemas y lleguemos a la conclusión de que no eran tan grandes y serios.

Comencemos la semana con este firme propósito, y todo será igual de fácil. ¡Perseveramos, pacientes!

¡Un abrazo!