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domingo, 6 de abril de 2025

Adicción y tecnología

 


¿Por qué hablo de adicción a la tecnología y no de filosofía hoy?

 Porque llevo semanas observando cómo mi propio móvil secuestra mi atención. Porque veo a amigos cancelar planes para quedarse scrolleando. Porque cada vez más gente me escribe preguntando: "¿esto es normal o tengo un problema?"

 La filosofía puede esperar. Hoy toca hablar de algo que nos afecta aquí y ahora: esa relación tóxica que muchos hemos desarrollado con nuestras pantallas sin siquiera darnos cuenta. No es teoría, es la realidad que vivimos cada día.

 ¿Te has preguntado cuántas veces desbloqueas tu móvil al día? Yo sí. Y las cifras asustan. Hablemos claro sobre esta dependencia silenciosa.

¿Eres adicto a la tecnología? Cómo saberlo y qué hacer para recuperar el control 

Vivimos pegados a las pantallas. El móvil es lo primero que miramos al despertar y lo último antes de dormir. Las redes sociales, los juegos online y las series nos absorben hasta el punto de descuidar otras áreas de nuestra vida. ¿Es esto una adicción? ¿O simplemente un mal hábito? 

  1. Señales de que tu uso de la tecnología no es saludable 

 No se trata de contar horas, sino de observar cómo afecta a tu vida. ¿Te sientes identificado con alguna de estas situaciones? 

 - Pierdes la noción del tiempo cuando estás con el móvil o jugando, y luego te arrepientes de haber "malgastado" tanto rato. 

- Te irritas o sientes ansiedad cuando no puedes usar el dispositivo (por ejemplo, si se te olvida el móvil en casa). 

- Descuidas responsabilidades (estudios, trabajo, tareas domésticas) o relaciones por estar enganchado a la pantalla. 

- Lo usas para evadir emociones incómodas, como el aburrimiento, la soledad o el estrés. 

 Si es así, no eres un adicto en el sentido clínico, pero sí tienes un problema de dependencia. 

  2. Por qué engancha tanto la tecnología (y no es solo "culpa tuya") 

 Las apps y plataformas están diseñadas para mantenerte enganchado. Los likes, las notificaciones, los algoritmos que te muestran contenido adictivo... Todo está pensado para que no quieras salir. No es que seas débil, es que la tecnología está hecha para explotar tus impulsos naturales. 

  3. Qué hacer para reducir el uso (sin volverse un ermitaño digital) 

 

No se trata de tirar el móvil a la basura, sino de usarlo con conciencia. Algunas estrategias que funcionan: 

  Define "zonas libres de pantallas": Por ejemplo, nada de móvil en el baño, en la cama o durante las comidas. 

Desactiva notificaciones no esenciales: Que solo suene para lo realmente importante (llamadas, mensajes urgentes). 

Busca alternativas offline: Cuando sientas el impulso de agarrar el móvil por aburrimiento, haz otra cosa (leer, salir a caminar, llamar a un amigo). 

Reflexiona sobre tu uso: ¿Realmente disfrutas ese tiempo en redes, o solo lo haces por inercia? 

  4. El gran error: Creer que "es solo cuestión de fuerza de voluntad" 

 Mucha gente cree que dejar de usar tanto el móvil es solo cuestión de "ponerse firme". Pero no es tan simple. Si usas la tecnología para tapar emociones o carencias, restringir el tiempo no solucionará el problema de raíz. 

 Pregúntate: 

- ¿Qué me aporta realmente estar tanto tiempo en [red social/juego/app]? 

- ¿Hay algo en mi vida que estoy evitando enfrentar al refugiarme en la pantalla? 

  5. Cuándo pedir ayuda 

 Si has intentado reducir el uso pero no puedes, o si sientes que afecta seriamente a tu bienestar, quizá necesites apoyo externo. Un psicólogo puede ayudarte a entender qué hay detrás de esa dependencia y a construir hábitos más sanos. 

 Conclusión: No es la tecnología, es cómo la usas

 El problema no son las pantallas en sí, sino la relación que tenemos con ellas. Aprender a usarlas sin que nos controlen es el gran reto de nuestra era. 

 ¿Te atreves a probar una semana con un uso más consciente? Puede que descubras que, al otro lado de la pantalla, hay una vida igual de interesante.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Para equilibrar nuestra vida


 

En la sociedad actual, estamos constantemente bombardeados por una multitud de impresiones, exigencias y urgencias que nos obligan a depender del exterior. Pasamos el día atendiendo asuntos, problemas y gestiones, siempre en movimiento y acción. Desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir, estamos pendientes del mundo exterior.

Esto no solo implica pensar en el exterior, sino también preocuparnos por él, enfrentándonos a problemas, deseos y peligros. Esta lucha constante genera tensión. El estilo de vida moderno nos lleva a estar en tensión, desarrollando nuestra mente, sentidos y facultades operativas hacia fuera, pero descuidando nuestro mundo interior.

No es sorprendente que esta tensión cause fatiga, angustia y una variedad de trastornos neurovegetativos. Nuestra vida fisiológica sufre: insomnio, hipertensión, problemas estomacales y estreñimiento son comunes. Los médicos a menudo diagnostican estos problemas como trastornos funcionales, ofreciendo sedantes que solo alivian temporalmente los síntomas.

La tensión también afecta nuestra vida afectiva, impidiendo el desarrollo de un equilibrio emocional. La susceptibilidad y las disputas son frecuentes, especialmente en la familia y el trabajo. Nuestra mente también se resiente, con dificultades de concentración, lapsus mentales y una disminución de la capacidad de asimilación.

Vivimos en un círculo vicioso donde los problemas de funcionamiento generan nuevos problemas. La tensión constante se considera una condición normal en nuestra época. Sin embargo, cuando nos damos cuenta de que este ritmo de vida no es deseable, buscamos soluciones. La verdadera solución no está en medicinas paliativas, sino en recuperar nuestro ritmo natural.

Para restablecer el equilibrio, debemos aprender a descubrirnos a nosotros mismos, a entender nuestras necesidades interiores y a encontrar nuestras fuerzas internas. Estas zonas de tranquilidad y silencio son la base de nuevas energías y entusiasmo para vivir.

El hombre moderno está alienado, fuera de su eje. Para recuperar el equilibrio, debemos aprender a vivir nuestro mundo interior junto con el exterior. Solo así evitaremos la crispación y encontraremos un remedio eficaz para los trastornos funcionales y las enfermedades causadas por un modo de vida defectuoso.

martes, 7 de mayo de 2024

Hagamos el bien


La bondad siempre ha sido una cualidad admirable. Ayudar a los demás es algo que los seres humanos han hecho desde el principio de los tiempos, y es una práctica que sigue siendo muy importante en la actualidad. Hacer el bien a los demás nos ayuda a crecer como personas, nos conecta con nuestra comunidad y nos da una sensación de satisfacción personal.

Ahora es el momento decisivo para que hagamos el bien. Mañana, probablemente, el próximo no estará tan cerca, el amigo habrá desaparecido, la dificultad será mayor, la enfermedad se habrá vuelto más grave y la herida aparecerá más extendida.

El problema puede volverse más complicado y no se repetirá la oportunidad de ayudar. La buena semilla plantada ahora es garantía de una valiosa producción en el futuro.

Una palabra útil, dicha sin medida, será siempre una luz en el ambiente en que vivimos. Si deseamos ser perdonados por alguna falta, acerquémonos a aquellos a quienes hemos herido y revelemos nuestro propósito de corrección.

Si nos proponemos ayudar a nuestro prójimo, ayudémoslo sin demora, para que la bendición de nuestra práctica fraterna responda a las necesidades de nuestro Hermano, de manera eficiente.

No nos quedemos dormidos ante la posibilidad de hacer el bien y hacerlo lo mejor que podamos. No nos quedemos en una expectativa inoperante, cuando podemos contribuir a la alegría y a la paz.

Recordemos que, posponer el bien que podemos realizar es perder el tiempo y, en cierto modo, frustrar las expectativas Divinas y la misión terrena que, por el Creador, nos ha sido delegada.



miércoles, 20 de abril de 2022

El ajedrez de la vida


Los problemas son indispensables para nuestro crecimiento personal, pero a menudo no se ven de esta manera. Y este es el punto: muchas veces pensamos que es mejor no tenerlos, porque requieren esfuerzos que no nos gustaría hacer.

Sin embargo, sabemos que los problemas son herramientas que nos enseñan, nos capacitan, nos elevan y nos hacen mejores. Cuando los problemas son bien entendidos y tratados, sólo nos hacen bien.

Pero, si lo pensamos mejor, nos daremos cuenta de que, no siempre, lo que pensamos que es un “problema”, realmente lo son. Son, más bien, cuestiones o situaciones que, por nuestra inexperiencia, consideramos difíciles y luego las convertimos en “problemas”.

¿Cuántas veces construimos nuestros problemas nosotros mismos?

Si el problema lo creamos nosotros, no nos quepa la menor duda de que somos plenamente capaces de encontrar la solución. Confiemos en nuestro poder y creamos en nuestra fuerza.

Los que huyen de los problemas van por la vida sin vivir.

Nos ayudan a pensar y acumular experiencias que nos previenen de recaídas y nos garantizan una vida mejor.

Curiosamente, cuanto mayor o más grave sea el problema, mayor será el esfuerzo que tendremos en la búsqueda de su solución y mayor será el plus de experiencia y satisfacción personal.

Tengamos días felices y productivos… y un merecido descanso al final del día.