lunes, 13 de junio de 2011

¿Cómo se activa el Amor?


Nuestras emociones tienen una onda vibratoria que traspasa nuestras células y activa el ADN
























































Lo que se propone con este texto no es una tesis doctoral, pero sí un momento de reflexión ante la posibilidad de que pueda ser cierta la máxima “de aquello con que nos nutrimos, así emanamos”. En este caso sería “en función de las emociones con las que nos alimentamos, así activamos o desactivamos nuestros códigos genéticos”.
Se ha demostrado científicamente que nuestras emociones tienen una onda vibratoria que traspasa nuestras células y activa el ADN. Las emociones derivadas del amor vibran a una frecuencia más alta que las del miedo, por lo tanto, se activan más códigos de nuestro ADN. Esto significa que la longitud de onda del amor es más corta que la longitud de onda del miedo, por lo que cruza el ADN en más lugares mientras se mueve en nuestros cuerpos. En cada punto donde la onda vibratoria toca el ADN, se activa el código genético dentro de la molécula. Si esto es así, significa que todas las emociones derivadas del miedo (que son muchas) de alguna manera repercuten en nuestras células, pero para activar menos códigos.
Me surgen muchas preguntas ante este dato, como por ejemplo: ¿Cabe la posibilidad de que la vibración de las emociones derivadas del miedo pueda despertar en estas activaciones a códigos que predispongan a la enfermedad? Y al contrario: si los ejemplos de hombres y mujeres que hemos tenido a lo largo de nuestra historia eran grandes seres humanos y su máxima era el amor, ¿cómo y cuántos códigos tendrían activados? ¿Cuál su frecuencia? ¿Puede ser que todo sea tan fácil como ser amoroso y armonioso con todo lo que nos rodea, aunque no veamos sus consecuencias?
Pues parece ser que sí, pues según las investigaciones del biofísico ruso Peter Garjajev y su equipo, el ADN utiliza la misma estructura que el lenguaje de las palabras. El mismo ADN que la ciencia denomina “ADN basura”, que es un 90 % de nuestro código genético. El biofísico Garjajev se replanteó que nada estaba hecho al azar, por consiguiente centró sus investigaciones en ese 90% y llegó a sorprendentes conclusiones recogidas en esta página: http://www.rexresearch.com/gajarev/gajarev.htm
Estos descubrimientos confirmarían que existe la posibilidad de la “auto sanación” e, incluso, de la reprogramación celular. Lo que muchos maestros espirituales de diferentes religiones han intentado trasmitirnos a lo largo de los años.
En este libro, Vernetzte Intelligenz, de Grazyna Fosar y Franz Bludorf, se recogen los descubrimientos de Garjajev y, sinceramente, recomiendo su lectura.
Cito:
Sólo el 10% de nuestro ADN se utiliza para construir proteínas. Es este subconjunto de ADN que es de interés para los investigadores occidentales y está siendo examinado y clasificado. El otro 90% se considera “ADN basura”. Los investigadores rusos, sin embargo, convencido de que la naturaleza no es tonta, se unieron a lingüistas y genetistas en una empresa para explorar ese 90% de “ADN basura”. ¡Sus resultados, hallazgos y conclusiones son simplemente revolucionarios!
Según ellos, nuestro ADN no sólo es responsable de la construcción de nuestro cuerpo, sino que también sirve como almacenamiento de datos y en la comunicación. Los lingüistas rusos descubrieron que el código genético, especialmente en el aparentemente inútil 90%, sigue las mismas reglas que todos nuestros idiomas humanos. Para este fin ellos compararon las reglas de la sintaxis (la manera en que las palabras se ponen juntas para formar frases y oraciones), la semántica (el estudio del significado de las formas del lenguaje) y las reglas básicas de la gramática.
Encontraron que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y han establecido reglas como nuestras lenguas. Así que los lenguajes humanos no aparecieron por coincidencia sino que son un reflejo de nuestro ADN inherente.
“El ADN es capaz de reaccionar a la palabra hablada”
Sueños de amor.
Observando con atención pero sin esperar ver –porque lo verdaderamente importante se escapa a nuestros ojos– parece que todo se mueve en perfecta armonía bajo la vibración adecuada. Todo el universo contiene en sí mismo una frecuencia vibratoria que mueve e impulsa a su vez otras frecuencias, así infinitamente en perfecto y sinfónico orden.
Pero nosotros no estamos por la labor de armonizar, equilibrar y respetar. Nuestros actos y nuestras palabras demuestran lo contrario. Lo mismo nuestra vibración es estruendosa para el Cosmos. Nos hemos repartido los territorios. Hemos creado fronteras inexistentes. Exprimimos todos los recursos que nos ofrece la tierra sin darle tiempo a recuperarse. Contaminamos el agua de nuestros mares, ríos y océanos. Hacemos irrespirable el aire y alteramos los alimentos que comemos. Somos los únicos seres que nos hacemos daño conscientemente y no hacemos nada por cambiarlo. Parece que no nos damos cuenta, pero las circunstancias nos están haciendo ver la necesidad de asumir la interconexión de nuestra existencia con todo lo que nos rodea y de lo que formamos también parte. Sin embargo, muy posiblemente por amor o por dolor, estamos abocados a recobrar el sentido sagrado de la vida en todas sus manifestaciones.
Palabras de amor.
Y ahora resulta que nuestro lenguaje también es determinante, que con nuestras emociones y sus palabras derivadas somos capaces de activar o desactivar nuestra salud. Que en nuestras manos se encuentra ese poder, un poder que cedemos a los fármacos de todos los colores, pues cada vez estamos más aquejados de dolencias. ¿Es debido a nuestro consumo de emociones insanas? ¿Cómo nos activamos al amor? Si preguntáramos a la madre tierra y sus millones de criaturas; ¿qué pensáis que nos dirían?
Isabel Ruiz López Huertas

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