miércoles, 24 de abril de 2013

Perdóname



Cuanto trabajo cuesta perdonar y que virtud tan importante supone para quien la practica.
Son varios tipos de personas que me llaman la atención: Aquellos personas que aunque viven sin poder perdonar experimentan una continua lucha consigo mismos porque saben que deberían perdonar. Otras que no perdonan ni por equivocación. Viven instalados sistemáticamente en el rencor, en el odio y ni se plantean que podrían perdonar o reconciliarse con quien está peleado. Pero toda cruz tiene su cara, existiendo otras personas que tienen la suerte de vivir la experiencia del perdón. Han podido perdonar y se saben perdonados. Sinceramente los que más me preocupan son la segunda clase de personas porque al vivir instalados en el rencor y el odio se destruyen por dentro por muy gallitos que se ponga frente a los demás. En el fondo son unos desgraciados.
No se trata tanto de hacer el idiota implorando el perdón a quien se lo hemos pedido veinte veces, sino de favorecer las condiciones para que el perdón venza al odio. Y para eso es importante “ponerse a huevo”, permítanme la expresión.
Una vez, preguntaron a Jesús de Nazaret cuántas veces había que perdonar, que si había que perdonar 7 veces, siete como sabe es número de abundancia. Por tanto lo que preguntaban es si había que perdonar muchas veces, a lo que Jesús respondió, no te digo 7 veces, sino setenta veces siete. Es decir, siempre que haga falta. Pues ya lo sabemos. Y es bueno recordarlo. Porque  a veces vivimos de espaldas al perdón.

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