viernes, 6 de mayo de 2011

Cruzar el Rubicón


El Derecho Romano prohibía atravesar el río Rubicón en armas, un río del nordeste de Italia que hacía las veces de frontera con la Galia.
Julio César tenía la promesa de que cuando volviera de su campaña en las Galias sería nombrado cónsul, pero había un problema legal -había sido cónsul en los 10 años anteriores- y el Senado le dijo que licenciara a sus tropas y volviera a Roma, sin el cargo prometido.
El caso es que, por la razón que sea, Julio Cesar hizo caso omiso a esa petición y cruzó el río con su ejército pronunciando la frase “alea iacta est” (la suerte está echada) y con toda la razón, ya que ese mero acto de cruzar un pequeño rriachuelo suponía una declaración de guerra en firme y, por consiguiente, la causa de la Segunda Guerra Civil de la República de Roma.
Hoy día usamos la expresión “Cruzar el Rubicón” cuando queremos señalar que nos embarcamos en un asunto comprometido.
Recientemente hemos visto en las noticias cómo se anunciaba la muerte de Bin Laden, el terrorista más buscado, en una operación de los SEAL norteamericanos llevada a cabo en Pakistán.
Todos los medios se han lanzado en señalar el acontecimiento como una gran noticia, una muerte que alegra tanto como la muerte de Hitler. ”Por fin se ha hecho justicia” hemos oído.
Todos los Gobiernos del mundo se han apresurado en felicitar a Obama por el éxito de la operación, señalando el momento como histórico y un duro golpe para Al-Qaida.
El que los incapaces de ponerse de acuerdo en una sola cosa digan lo mismo es la mayor señal de alerta que conozco para recordar aquello que Mario Conde llamaba “La Inteligencia Ortodoxa” (El sistema), así que creo que es algo que, pese a que suena sencillo como cruzar un riachuelo como el Rubicón, puede ser una empresa más atrevida de lo que en principio sospechamos.
En principio se me ocurre preguntarme ¿que pasaría si Zapatero ordenase a un grupo armado adentrarse en Córcega (Francia) para matar a la cúpula de ETA y de vuelta a España tiraran sus cuerpos al Mediterráneo? Lo más cercano que he escuchado es aquello de Felipe González de volar la cúpula de ETA en Francia y supuso todo un escándalo, no porque se ejecutara, sino por la posibilidad de que se le planteara.
En el caso que nos ocupa, un grupo armado con bandera norteamericana ha entrado en territorio extranjero, ha matado a varias personas, se ha llevado sus cuerpos (pruebas) y no rinde explicaciones a nadie y, por supuesto, no se permitirá que nadie sea juzgado por ello… y todo el mundo lo aplaude.
Por supuesto, esto no es una defensa a Bin Laden, sino al respeto a la legalidad internacional, que tantas patadas recibe de quienes presumen ir repartiendo por el mundo lecciones de derechos humanos, democracia y Estado de Derecho.
¿Qué pasaría si hubiera ocurrido en territorio español? ¿Qué pasaría si entrara un grupo armado en Alcorcón, mataran a 4 o 5 personas y se llevara los cuerpos? En España existen unas leyes que son erga omnes, una de ellas es la de la tenencia de armas de fuego que sólo es posible en nuestros cuerpos policiales y nuestro ejército quienes, a su vez, tienen unas normas para el empleo de esa fuerza en casos extremos (parece ser que Bin Laden estaba desarmado y acabó con 2 tiros en la cabeza) y que están sujetos, por empleo o cargo, a RESPONSABILIDAD. Esto significa que
si se equivocan en su actuación o en el uso de la fuerza pueden ser juzgados y condenados.
¿En qué posición quedarían España y los españoles? ¿Qué pasaría si un juez dijese que quiere investigar eso? ¿En qué circunstancias murió el periodista José Couso? ¿Qué pasó con los cables que destapó Wikileaks en torno a este “acto de guerra”? ¿A qué altura ha quedado nuestro sistema político y judicial?
Escribía Kant en su libro La paz perpetua que la política dice: “Sed astutos como la serpiente” y la moral dice: “y sin engaño, como las palomas”. Si no pueden coexistir la política y la moral en un mismo precepto es porque hay un choque. Si dejamos que la política se imponga a la moral damos alas a la casuística jesuítica, a aquello de “el fin justifica los medios”, la misma ideología que sirvió de base para que la Inquisición quemara a seres humanos con el fin de “salvar sus almas”.
Por otra parte, decía Kant en esa misma obra, “Un Estado que ha podido no estar sometido a ley exterior alguna no se hará dependiente de sus jueces en relación a cómo deba reivindicar su derecho frente a otros Estados, y una parte del mundo que se sienta superior a otras no dejará de utilizar los medios adecuados para fortalecer su poder mediante el expolio, o incluso la dominación”.
La ONU no puede seguir siendo la marioneta de EE. UU., los países desarrollados no podemos seguir aplaudiendo todo lo que huela a norteamericano y debe imponerse una ley y justicia internacional vinculante para que todos los Estados observen unas reglas mínimas de conducta aunque eso, a día de hoy, es tarea ardua… como cruzar el Rubicón.
Rafael Calvellido

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