Podemos sentir las formas más diversas de emociones: ira, anhelo, melancolía, tristeza, miedo, ansiedad, etc.
La emoción revuelve el espíritu, acelera o reduce el orden mental, provocando un desequilibrio en nuestras acciones y reacciones. En esos momentos, debemos esforzarnos por dominar la mente.
El dominio de la mente comienza cuando detenemos las palabras y medimos cada oración pronunciada, dentro de una atmósfera de absoluta normalidad. Para hacer esto, debes pensar despacio, calmar tus palabras y ser paciente.
De esta manera, llegaremos a la serenidad necesaria para controlar la situación, ordenar palabras con equilibrio y superar las crisis emocionales.
Lo que sale de la boca es la fuerza creativa y no hay forma de hacer que regrese. Por lo tanto, pensemos detenidamente antes de hablar, evitemos los excesos, rijámonos por la verdad y el sentido común, regulemos el tono de nuestra voz y no seamos groseros.
No cobramos represalias ni buscamos responsables. Si nuestra mente busca soluciones, nos volvemos positivos. Y si busca razones, nos volvemos negativos. Por lo tanto, pasemos más tiempo conscientes que soñando, haciendo que planeando, viviendo que esperando.
Recordemos con serenidad que: "La franqueza no consiste en decir todo lo que se piensa, sino en pensar todo lo que se dice".
¡Un abrazo!
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