lunes, 29 de mayo de 2017

Felicidad para tu hijo? ¡Fuera la frustración!


La frustración es esa emoción negativa, que aparece cuando no conseguimos algo que deseábamos, o no de la manera que esperábamos, un deseo, un proyecto, un amor. Nos queda una sensación de impotencia, de rabia por no haber sido capaces de alcanzar nuestro fin.
Se supone que los adultos, aunque sea por experiencia, son capaces de gestionar ese mal trago, por el que ya han pasado otras veces, y ya saben los pasos a seguir. Pero los niños no. No es algo que se sepa hacer de serie, hay que entrenarlo. Los niños hasta que no tienen 10 o 12 años no tienen empatía social, no son capaces de entender que hay otras voluntades diferentes a las suyas, y por eso de manera natural se comportan como si fueran el centro del universo y como si solo porque desean algo tenga que cumplirse. Así es que hay que enseñarles a modelar esa conducta, a ser empáticos y tolerar la frustración cuando las cosas no salen como ellos quieren..............SIGUE >>
Hay padres que opinan que la manera de hacerlo, es anticipar, forzar de alguna manera esa frustración para que cuanto antes se les forme el carácter y puedan afrontar las situaciones que se les planteen en la vida. Otros en cambio, creen que a los niños hay que evitarles los sufrimientos mientras se pueda, porque ya será la vida la que se encargue de enseñarles lo que toque cuando llegue el momento. Y la gran mayoría de padres oscilan en algún grado entre estos dos puntos, dependiendo de propias experiencias, la situación, el carácter del niño, el propio...
¿Qué es mejor? No hay una respuesta correcta, cada niño y cada situación son diferentes. Sí hay que tener claro que en algún momento aparecerá la frustración, y por ende el sufrimiento, que afectará a cada niño de forma diferente. Así es que sería interesante que estuvieran entrenados para afrontarlo, y que los padres estuvieran cerca para ayudarles y echarles una mano.
Para un desarrollo sano de la personalidad es muy importante saber reconocer con naturalidad las emociones que nos afectan para gestionarlas correctamente, y empezar a hacerlo desde niños es lo mejor que se puede hacer. Para solucionar lo que nos pasa primero hay que saber qué nos ocurre, y además de solventarlo, sacar una experiencia positiva de ello.
Para empezar a ver cómo actúa el niño, es interesante dejar que haga las cosas a su manera, conocer la lógica que utiliza, aunque sea evidente que se va a equivocar. En ese proceso reconocerá para la próxima qué es lo que tiene que repetir y lo que debe cambiar. Con lo que él solo podrá encontrar la solución a lo que ha hecho mal. Ayúdale solo si lo pide y sin excederse, dándole la máxima autonomía. Si es obvio que no está preparado para algo, por su edad, o la tarea de la que se trata, tampoco es necesario entregarlo a un fracaso previsible, que no servirá para que aprenda.
La frustración produce mella en quien la padece, y lo mejor es canalizarla de forma positiva. Y lo primero que hay que hacer para que eso ocurra es hablar de lo que pasa, por lo que tendrás que escucharlo atentamente, comprenderlo y empatizar con él, y una vez identificada, no tener miedo a llamarla por su nombre. Es lo que es, y el comienzo de un aprendizaje positivo. Porque se trata de eso mismo, de revertir una emoción negativa, sacando una experiencia positiva para aplicar a la próxima.
 Y como todo en esta vida, es importante el ejemplo. Si como padre te frustras de forma habitual, es bastante probable que tu hijo repita lo que ve en ti y también actúe de la misma manera. Igual es un buen momento para reeducar también tu manera de gestionar las emociones, a la vez que tu hijo lo aprende.







Fuente: Pilar Happy.com


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