jueves, 11 de septiembre de 2014

Honra a tu padre y a tu madre



En las últimas semanas han ocurrido en mi vida diversas situaciones negativas, pero lo peor de la situación, ha sido el hecho de que han sucedido todas a la vez. Han sido tantas las dificultades, que me han pensar injustificadamente que todo está mal y que no estaba en mi mano solucionarlo, es decir, en un momento dado la situación llegó a un punto en que me desbordó totalmente.

Con todo lo dicho anteriormente a mis espaldas, el colmo ha ocurrido con el fallecimiento de una persona muy cercana y querida por mí. En torno a este drama he podido observar hasta qué punto puede llegar la especie humana en lo referente a la hipocresía, fingimiento, doblez, falsedad, o llámenlo Ustedes como quieran. He presenciado como unos hijos, fingían como plañideras "contratadas" en torno al cadáver de la madre (viuda) que dio su vida por ellos, a la cual abandonaron y repudiaron hace 6 años. Esta falta de escrúpulos  me ha hecho reflexionar sobre el valor tienen los padres. Lo dice servidor que soy padre, abuelo y no tengo la suerte de conservar unos padres que se marcharon muy jóvenes al Oriente Eterno.

Como acostumbro en los casos en los que reflexiono, echando mano de un antigua Biblia que conservo, y como absorbido por la inercia, me he topado con una frase que hacía mucho tiempo no escuchaba “Honra a tu padre y a tu madre” Éxodo 20:12; no es sólo un precepto religioso, sino un importante principio espiritual en nuestro camino para alcanzar la paz interior y la realización.

Existen ciertas personas a quienes nunca podremos pagar de vuelta los regalos que nos han otorgado, y las primeras y principales de esas personas son nuestros padres quienes nos trajeron a este mundo. Esto no quiere decir que siempre debemos estar de acuerdo con nuestros padres, tampoco quiere decir que tenemos que estar alrededor de ellos si son destructivos para nuestro crecimiento personal. Aun así, pese a cualquier cosa, podemos honrar a nuestros padres al honrar la vida que nos dieron.

Sentir una profunda apreciación por el regalo que nuestros padres nos dieron, el regalo de la vida, es más importante que cualquier acción física que podamos llevar a cabo a favor de ellos.

De las plañideras, mejor no sigo escribiendo.

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