Gratitud
No todas las
personas tienen la costumbre de agradecer. Cuando lo hacen, es casi siempre,
porque algo les ha traído alegría, ventaja o éxito.
Olvidamos
los beneficios que provienen de los fracasos, las experiencias que producen,
los males que nos afligirán en el futuro
y el crecimiento interno que proporcionan.
Los errores
y los infortunios son inherentes a la vida. Son como la pimienta en una comida:
una pizca agrega un sabor especial a todo el plato.
Siempre ¡¡tratemos
de agradecer!! no solo por los éxitos y los aplausos, sino también por las
experiencias negativas, fracasos y dificultades.
Cuando
hacemos eso, damos un paso adelante, saltamos a una etapa superior de
evolución. Aceptar obstáculos e intentar crecer con ellos nos da nuevas fuerzas
y recursos, y nos hace querernos y admirarnos más, fortaleciendo nuestra
autoestima.
En cualquier
momento que estemos pasando, mantengamos buenos pensamientos sobre la vida,
sobre Dios y sobre nuestros semejantes. Como semillas de felicidad, las buenas
obras darán fruto, ayudándonos a evitar los malos fluidos y acercándonos al
Creador.
¿Qué tal, si comenzamos a recordar más que cada vez
que damos gracias, la vida registra un punto a nuestro favor? ¡Vale la pena!
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