Las cosas
malas no son lo peor que nos puede pasar. Lo peor que nos puede pasar es que
NADA suceda.
Una vida
fácil, sin sacrificios, sin obstáculos, nada nos puede enseñar, porque lo que
importa es lo que aprendemos. Lo que aprendemos y cómo nos desarrollamos ante
las dificultades.
Trazamos
nuestras vidas por el poder de nuestras elecciones. Un pequeño
cambio hoy puede conducir a un mañana profundamente diferente. Las recompensas
son excelentes para aquellos que tienen el coraje de cambiar, pero estas
recompensas no llegan de repente o de la noche a la mañana.
El premio
por nuestras buenas elecciones proviene de nuestro trabajo, de la confianza que
tenemos en nuestra capacidad y de nuestra persistencia en alcanzar las metas
que establecemos. Nuestros resultados son el resultado de nuestras elecciones.
Y se necesita tiempo y paciencia.
Generamos
nuestros propios medios y obtenemos exactamente lo que buscamos. Somos
responsables de la vida que creamos nosotros mismos. ¿Quién será el culpable o
quién será elogiado, si no nosotros mismos?
Tomemos un
tiempo, reflexionemos y hagamos una pregunta: ¿quién puede cambiar nuestras
vidas en cualquier momento, si no nosotros mismos? Dios quiere que seamos
felices y, por eso, nos ha dado el mayor bien, además de la vida, el libre
albedrío. ¡Escojamos bien, por lo tanto!
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