Nuestra existencia es como un gran barco. Tenemos el timón
en nuestras manos, ya que Dios, al confiarnos el don de la vida, nos ha hecho
timoneros únicos y responsables.
Entonces, no tengamos miedo de mirar lejos, estar atentos y,
con gran prudencia, navegar con coraje y determinación.
Seamos sabios al usar el mayor bien que Dios nos ha dado,
además de la vida, que es nuestro libre albedrío, y decidamos con cuidado y
firmeza a qué destino queremos llegar, evaluando siempre si nos guiamos por la
brújula infalible de equilibrio, amor y paz.
En el mar de la vida, hay muchos peligros disfrazados de
calma. Seamos vigilantes para que, algún día, podamos atracar el barco de
nuestra existencia en puerto seguro.
No olvidemos que, en espiritualidad, tendremos que dar
cuenta del uso que hicimos del barco que nos fue confiado. Dios en su
contabilidad justa hará el balance final de nuestras acciones, recompensándonos
en la medida exacta de nuestro mérito.
Tan responsables como somos, tomemos un tiempo y reflexionando,
confiemos en que cuando hagamos nuestra parte bien, Dios hará el resto. Él es
nuestro Puerto Seguro!
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