Imagine a dos personas que generalmente caminan juntas
por una larga avenida en su ciudad. Entre otros bienandantes.
Uno pasea alegre y relajado, disfrutando de escaparates, jardines, etc. Pero el otro, continúa con la cara tensa y la mirada siempre fija
en el suelo. El primero busca saludar a los demás, sonriendo; pero otro, no
está dispuesto a imitar su compañero.
La persona feliz piensa en el otro y, preocupado, se
pregunta: ¿cómo es posible mantener este estado mental? ¿No está cansado de soportar
tanta tristeza y tensión, permanentemente? ¿Qué sucede y qué piensa él sobre su
comportamiento?
Y llega a la conclusión obvia de que, para vivir bien la
vida, es necesario eliminar la tristeza, porque es el elixir negativo de la
vida y nada justifica su existencia.
¡Cuántas veces, también nosotros hemos actuado así,
pensando que no tenemos motivos para alegrarnos, tal vez, imaginando que otros
deberían entendernos, o que es suficiente seguirnos sin pretensiones, la
profunda tristeza que hay en nuestros corazones!
Por un momento, pensemos en los resultados que nos trae
la tristeza, el peso que nos trae, el desgaste que causa en la salud, las
oportunidades que nos hace perder e incluso los amores que sorprende.
No tenemos nada que ganar con la tristeza. Entonces, librémonos
de ella, poniendo en su lugar nuestra alegría que puede ser que, puede estar
anestesiada, pero seguro que despertará. No es tan difícil de hacer, y el
resultado siempre es sorprendente.
Recordemos que una sonrisa, incluso breve,
disuelve una tristeza de mucho tiempo, en nosotros y en los demás. ¡Vamos a
hacerlo!
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