La diferencia entre ellos radica en la forma en que se dejan tocar por los acontecimientos y confían en el contenido de sus intenciones.
¿En qué dirección vamos? ¿Para quién hacemos las cosas? ¿Cómo nos comportamos cuando los esfuerzos que hacemos son en vano? Todo depende de la intención con la que vivamos y actuemos. La buena intención lo vale.
Si tenemos un proyecto de vida, aunque sea pequeño, y lo llevamos a cabo con buena intención, el éxito está asegurado. Si aparecen obstáculos en el transcurso del proyecto, la buena intención gana aún más importancia y valor. Y nos hace grandes.
La intención es buena, cuando nuestro principal pensamiento es ayudarnos a nosotros mismos, sin perjuicio de los demás; o, mejor aún, ayudar a otros sin esperar una recompensa.
La buena intención es un camino de flores que nos lleva a una vida mejor. Entonces, ¡tengamos un excelente día, lleno de optimismo!
¡Un abrazo!
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