La paciencia ante situaciones que escapan a nuestro
control, y que naturalmente actúan en contra de nuestra voluntad, no significa
debilidad o incapacidad por nuestra parte. No deberíamos pensar así.
La resignación es una actitud propia de los humildes de
espíritu; es una postura que solo quienes confían en Dios y han aprendido de la
vida, saben utilizarla.
No tiene sentido indignarse o enfurecerse contra lo que
llamamos mala suerte, porque es usando la paciencia que las cosas se arreglan.
¡Creamos!, entreguémonos al Creador y las cosas pronto se
unirán para mejor.
¡Y atención! No nos dejemos llevar por el falso concepto
de resignación. Resignación es aceptar las cosas como son, pero tratar de hacer
lo mejor que podamos para transformarlas.
Resignarse es tener mucha paciencia. Es buscar, con
sabiduría, tiempo para respirar y tomar un nuevo aliento para afrontar desafíos
y pruebas, con mayor energía.
La paciencia es una noble virtud. Practiquemos esta virtud en
nuestro día a día, porque con el tiempo será parte de nuestra personalidad, de
forma natural y definitiva.
Este jueves, recordemos que somos los más beneficiados
actuando con paciencia.