En estos tiempos difícles en los que campean las deslealtades, la falta de solidaridad y el hedonismo, resultado de la exaltación del individualismo y las pautas del consumismo altamente publicitado, resulta necesario que prestemos mucha atención al devenir de nuestros respectivos ámbitos de vida.
Con el pretexto de no caer nunca más en los autoritarismos padecidos en el siglo XX que agobiaron a la sociedad Humana, pareciera que orientáramos el péndulo de manera tal de caer en el otro extremo, en el que las libertades se confunden inmeditamente con el libertinaje.
Y con ese modo extremista que tenemos los Hombres para prefigurar los encantos y desencantos, de manera sumamente prejuiciosa parecen importarnos más las apariencias ante la moda, que la necesaria reflexión para no ubicarnos de tal manera en las antípodas.
Vemos entonces surgir esta suerte de indiferencia amoral, en la que la palabra y el compromiso carecen de todo valor y sostener una cosa hoy, puede significar no tener ninguna entidad mañana.
Tampoco pareciera importar el valor de los pronunciamientos, que exaltan virtudes en el discurso y se borran luego con los hechos.
De nada vale exaltar la "libertad de expresión" o "el derecho a publicar las ideas", si luego ejercemos la censura sobre la publicación de las ideas ajenas.
En todos los casos, la falta de compromiso solidario; la hipocresía con la que en verdad combatimos y de la que nos rasgamos las vestiduras, constituyen precisamente el testimonio de las muchas decadencias a las que nos vemos sometidos.
Resulta imperioso, entonces, hacer cierto aquello de ser consecuentes con las ideas y la doctrina y procurar en todo momento, predicar con el ejemplo.
“El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor”
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