Cuando hablamos de ideal, pensamos en los grandes idealistas de la historia que se entregaron en cuerpo y alma a alguna causa, en beneficio de su comunidad, su nación o incluso de la humanidad. De ahí que creamos que ser idealistas no es algo para nosotros, porque pensamos que todavía somos pequeños o incluso incapaces.
Pero, es claro y evidente que cada uno de nosotros puede y debe tener un ideal, porque el verdadero idealista no es sólo quien lucha por causas comunes, sino también todo aquel que se propone una meta digna de vida y de proceder. , que refleja el buen ejemplo, que atrae a quienes lo admiran y que, por tanto, están dispuestos a seguirlo espontáneamente.
Un ideal puede ser simplemente el deseo manifiesto de hacer algo bueno, de abrir siempre una simple sonrisa, o la intención de hacer un sacrificio mayor en beneficio de una causa común, o no. Por lo tanto, no necesitamos desarrollar habilidades extraordinarias como requisito previo para tener un ideal.
Hagamos nacer uno en nosotros. Descubramos uno que se ajuste a quienes somos y a nuestras características, y centremos en él nuestras fuerzas, nuestros deseos y aspiraciones, sin dejarnos llevar por la desesperación.
Así nos superaremos y mantendremos encendidas las llamas de nuestro espíritu, porque, con un espíritu iluminado, surgirán en nosotros nuevos niveles de satisfacción, como el autocontrol ante las dificultades, la vitalidad del entusiasmo contagioso y la firmeza. de propósito en la realización de tareas tareas diarias.
Tener un ideal es, ante todo, hacer vibrar nuestra vida de forma positiva, completa y abundante. Y no olvidemos que el mejor ideal de vida es aquel que puede traernos una felicidad "casi" permanente, que sólo está presente en quien vive para servir.
Que vivamos muchos momentos de entusiasmo y fe en alcanzar nuestros ideales, a partir de este instante ¡Podemos y somos capaces!
¡Un abrazo!
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