El ser humano tiene una
tendencia innata a normalizar las situaciones en que se ve envuelto. Por eso a
veces es difícil identificar el impacto que este mundo estresante en el que
vivimos tiene en nuestra salud.
Mucho se ha hablado del estrés
y de sus consecuencias devastadoras para la salud.
Desafortunadamente vivimos
cada día experiencias estresantes, incorporando esta ansiedad como parte de
nuestra rutina.
Que nuestras vidas nos
parezcan normales nos impide ver muchas veces ver las consecuencias de eso que
normalizamos. Vamos llenando de a poco el vaso que nos contiene, “esperando” a
la última gota para explotar y tomar medidas.
Vivimos en una cultura que
socava constantemente nuestras vías de conexión y no siempre tenemos la
facilidad de cambiar nuestras circunstancias de vida. Por eso es fundamental
encontrar la forma de equilibrar la respuesta al estrés excesivo. Sin duda,
identificado el estrés o no, conviene seguir algún programa de prevención o
reducción del estrés. Hay muchas formas de combatirlo que son relativamente
sencillas. Desde la práctica de la meditación a la práctica de ejercicio
regular. Pero, no todos los sistemas funcionan para todo el mundo, por eso es
importante encontrar el propio y ejercitarlo.
Mi consejo es simple, aunque
en ocasiones, nos parezca difícil de llevar a la práctica.
Hagamos tiempo para nosotros,
tiempo para nuestra familia y tiempo para nuestros amigos. Esta práctica evita
el agotamiento físico, y el más devastador es el agotamiento mental. Casi
siempre subestimamos la importancia del descanso que debemos darle a la mente,
cuya recuperación es más lenta.
Según la propia Biblia,
"Nadie puede servir a dos señores". Cuando dedicamos un tiempo
excesivo al trabajo, por ejemplo, es seguro que descuidaremos otras
necesidades, por falta de tiempo o por agotamiento físico.
Del mismo modo que, por
costumbre u obligación, tenemos tiempo para despertarnos, trabajar, almorzar,
etc. una cita con los amigos.
El trabajo es importante para
el sustento y el crecimiento, pero ojo, porque la mayor recompensa de nuestro
trabajo no es el salario, sino en qué nos transforma. Relajemos nuestra mente,
para usarla más y mejor.
Nuestra mente también necesita
unas vacaciones. Si no podemos viajar, vamos al cine; a algún entretenimiento
saludable, o incluso a leer un libro. Estas prácticas, además de alejar nuestra
mente de problemas innecesarios, pueden asegurar una mejor calidad de vida.
Recordemos que “Si el futuro
nos preocupa demasiado y el pasado nos aprisiona, el presente se nos escapa.
Por eso, de vez en cuando, decidimos “perder” un poco de tiempo con nosotros
mismos”. Y, sin embargo, es mejor disfrutar de la supervivencia que simplemente
sobrevivir.
Desde este momento, disfrutemos de
nuestra supervivencia, con mucha alegría y paz. ¡Nosotros lo merecemos!
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