miércoles, 12 de enero de 2011

La tolerancia

Mi gran amigo Diego Gómez, que es un granaíno con gran sabiduría, define a la tolerancia como parte del “respeto a la diversidad”, y ciertamente le sobra razón. La tolerancia se trata de una actitud de consideración hacia la diferencia, de una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta de la propia, de la aceptación del pluralismo. Ya no es permitir un mal sino aceptar puntos de vista diferentes y legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos.
Como los conflictos y las violencias son la actualidad diaria, la tolerancia es un valor que es muy necesario y urgentemente hay que promover. En algunos ámbitos es más difícil que se de, sobretodo en aquellos de índole religioso, pero en la actualidad hemos visto destacados ejemplos, como la visita
de Juan Pablo II a una sinagoga, en Abril de 1986; el papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) no se ha quedado atrás, dialogando con representantes de la comunidad islámica y visitando además templos de otras religiones.
El respeto a la diferencia tiene un matiz pasivo y otro activo. La tolerancia pasiva equivaldría al “vive y deja vivir”, y también a cierta indiferencia. En cambio, la tolerancia activa viene a significar solidaridad, una actitud positiva que se llamó desde antiguo benevolencia. Los hombres, dijo Séneca, deben estimarse como hermanos y conciudadanos, porque “el hombre es cosa sagrada para el hombre”. Su propia naturaleza pide el respeto mutuo, porque “ella nos ha constituido parientes al engendrarnos de los mismos elementos y para un mismo fin”. Séneca no se conforma con la indiferencia: “¿No derramar sangre humana? ¡Bien poco es no hacer daño a quien debemos favorecer!”. Por naturaleza, “las manos han de estar dispuestas a ayudar”, pues sólo, no es posible vivir en sociedad: algo “muy semejante al abovedado, que, debiendo desplomarse si unas piedras no sostuvieran a otras, se aguantan por este apoyo mutuo”. La benevolencia nos enseña a no ser altaneros y ásperos, nos enseña que un hombre no debe servirse abusivamente de otro hombre, y nos invita a ser afables y serviciales en palabras, hechos y sentimientos.
En la tolerancia no hay tampoco ninguna conformidad con el mal o con la injusticia. Y todo esto concierne a la tolerancia sólo dentro del área que algunos autores han llamado del “subjetivismo intermedio”.
No se trata, pues de una conformidad con el error, sino de un relativismo crítico, conforme al cual, dentro de dicha área, no podría hablarse de unas verdades absolutas, ni tampoco, dentro de ciertos límites, de unos errores absolutos.
En lo ético debemos distinguir siempre, entre la “luz” y las “tinieblas”. La tolerancia no se refiere aquí al mal y a las injusticias consideradas en sí mismas, sino a los medios y a los modos de operar contra tales desvalores.
Por consiguiente, podríamos definir la tolerancia como un derecho, una virtud y un camino ético, que se configura con el respeto por la opinión ajena y su manifestación, en virtud de que no existen condiciones en que se pueda afirmar válidamente su corrección o incorrección; siendo límite el bien común, y que no necesariamente exige reciprocidad. La tolerancia es así un arco que se asienta sobre los pilares de la razón y de la libertad. Todos los análisis realizados por filósofos y estudiosos de la materia al respecto a la tolerancia aprecian la dificultad de precisar su núcleo esencial: los límites entre lo tolerable y lo intolerable. De nuevo, y como en casi todos nuestros acontecimientos diarios, debemos beber en la fuente de la sencillez, ella será la encargada de otorgarnos el discernimiento que nos de la inspiración para el
 “Puesto que yo soy imperfecto y
necesito la tolerancia y la bondad de los
demás, también he de tolerar los
defectos del mundo hasta que pueda
encontrar el secreto que me permita
ponerles remedio”. Mahatma Gandhi
(1869-1948) Político y pensador
indio.
obrar. No debemos proceder por dogmas o afirmaciones, no impongamos nuestra manera de ver. Pensad y haced pensar.
Nunca será excesiva la aplicación de la divisa de Rabelais “Noli ire, fac venire”. No fustiguéis a los retrasados para obligarlos a marchar contra su voluntad, contentaos dándoles valor: no tardarán en seguirnos.

3 comentarios:

  1. ¡Qué pena que de quién estés hablando sea del Ser Humano amigo! Por desgracia, es innato en él y la inmensa mayoría -siempre me ha parecido muchísimo más que la gran mayoría-, no puede evitar el ser Humano en todas sus consecuencias. Esto es como lo de "la calidad de vida". Todos sabemos qué tenemos que hacer para disfrutar de una vida sana y plena: comer 2 piezas de frutas, verduras, beber 2 litros de agua... hacer ejercicio, no beber, no fumar, no... bueno, eso sí que se puede y se debe hacer lo máximo posible. Pero no podemos evitar llevar la vida que llevamos, porque SOMOS ASÍ y es todas estas cosas las que nos hace ser Humanos y no Animales -alguno estará pensando en la clase política, pero esta es la excepción que confirma la regla, así que no vale-.

    ¡Qué bonito sería que nos lleváramos todos bien! ¿Verdad? No pasa nada por soñar. Es más, es imprescindible que los pilares sobre los que vamos construyendo nuestras vidas se hagan sobre sueños. Al menos así lo veo yo. Y AL QUE NO LE GUSTE QUE SE AGUANTE, que diría un intolerante, ¿no? La Tolerancia. La Intolerancia. ¿Qué diferencia hay? Que el tolerante promueve este eslogan: ¡¡CONTRA LA INTOLERANCIA!! Permítanme que me ría.

    Ya no digo más tonterías. Saludos y Suerte, Fran.

    ResponderEliminar
  2. Pensad y haced pensar, dice el artículo. Bueno, pues a reflexionar. Creo en la tolerancia a todos y cada uno de los seres vivos de este planeta. Pero en mi vida diaria, ¿hasta que punto soy tolerante con los demás?, ¿soy realmente tolerante hacia la manera de pensar de otras personas?, ¿soy una hipocritilla que cree en la tolerancia y después en la vida diaria, sin darme cuenta, soy una intolerante? ¿por influencias de la sociedad, de mis amigos, mi familia o víctima de mis propios pensamientos?. Después de haberme respondido a cada una de estas preguntas y haber reflexionado, no tengo la respuesta para cambiar la sociedad, pero si la respuesta a mis propios defectos de intolerancia. Y llegado el momento no impondré mi manera de pensar, simplemente compartiré mi opinión y puede que así, sí haga reaccionar a los que me rodean.

    ResponderEliminar
  3. Estimada Carolina, ese es el camino correcto...

    ResponderEliminar