No debe haber límites para el ejercicio de la sagrada virtud de la paciencia. Nos
La calma, en cualquier situación, nos mantiene enfocados en el mejor análisis de lo que estamos haciendo, permitiéndonos tomar las decisiones más acertadas, más productivas y en el momento adecuado.
Así que, sean cuales sean las circunstancias, no nos dejemos llevar por el primer impulso, por las emociones repentinas. La mayoría de las veces, la acción resultante únicamente de la emoción, nos quita la razón. ¡Ahí está el peligro!
La forma en que enfrentamos las dificultades es lo que hace la gran diferencia. Si actuamos con calma y paciencia, en primer lugar preservamos nuestra salud mental y, en segundo lugar, nos damos el tiempo necesario para evaluar cada situación en su conjunto.
Tengamos cuidado de que la impetuosidad no nos sorprenda, porque si sucumbimos a ella, los daños pueden ser enormes. Nunca debemos actuar por impulso, limita nuestro razonamiento, compromete nuestra razón y debilita nuestro espíritu.
Prestemos más atención al ejercicio de la humildad, la serenidad y la paciencia, que son presupuestos básicos para una sana convivencia en todos los lugares y con cualquier persona. ¡Nuestra ganancia será infalible!
Hoy, un domingo especial, Día del Padre, ¿qué tal si fortalecemos el ejercicio de estas tres Virtudes con nuestros Padres y con nuestros hijos?
¡Un abrazo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario