Las heridas,
el remordimiento, los recuerdos de acusaciones injustas y los agravios sufridos,
practicados por alguien contra nosotros, son sentimientos que solo sirven para
atormentar a quienes los llevan, provocando dolor y rabia.
Incluso
cuando estemos seguros de nuestra inocencia, no busquemos el odio, no conspiremos
para tomar represalias, porque estas actitudes perturbarán nuestra conciencia.
Y ella, la
conciencia, tan divina y pura como es, sigue sus propias reglas inviolables,
porque tarde o temprano, infaliblemente, nos cobrará por los excesos que
practiquemos.
La
tranquilidad y la paz mental solo se logran cuando se alimentan de las buenas
acciones, el perdón y la valoración de las cualidades del prójimo, tal como
queremos que se valoren las nuestras.
Debemos
creer que todos tenemos más virtudes que defectos. Por tanto, los entendemos y
los aceptamos como son, utilizando nuestro mejor sentido en "saber
vivir" con las diferencias que son inevitables.
Tales
actitudes nos garantizarán la paz y la tranquilidad que allanarán el camino
para construir un futuro próspero y feliz.
¡Éste es el
momento!, recordemos que, olvidar las heridas y no construir represalias, es
mostrar fuerza y sabiduría interior, liberándonos de cierto peso en la
conciencia que nos afligía.
¡Un abrazo!
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