Entonces, también necesitamos ayuda. Alguien que nos indique la dirección correcta; que nos tienda la mano; para decirnos una palabra de consuelo; para escucharnos con atención; que responde a nuestras quejas y lamentos, y tantas otras situaciones.
Si dependemos los unos de los otros, y esta es una gran verdad, hagamos todo lo posible en beneficio de quienes nos piden apoyo. Nuestro regalo, por pequeño que sea, puede ser justo lo que faltaba a quienes nos buscaban. No esperemos que la gente se postre a nuestros pies o se humille para conseguir nuestra ayuda. Seamos accesibles, atentos y serviciales. Ayudemos siempre con una sonrisa y mucha alegría.
El favor o la ayuda prestados con gusto recibe una recompensa multiplicada de Dios. La Ley del Retorno siempre está en acción, incluso si no nos damos cuenta, además de los créditos espirituales que estaremos acumulando para la secuencia obligatoria de esta vida terrenal.
Hagamos de éste un día de especial atención a las oportunidades que nos permitan practicar una asociación caritativa y desinteresada con las necesidades de nuestros vecinos. ¡Siempre ganaremos!
¡Un abrazo!