miércoles, 30 de enero de 2013

Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco

La Vida
En estos últimos meses he recibido la triste noticia del fallecimiento de personas queridas y otras cercanas. Alguna ha sido de padres de familia con poco más de cincuenta años. Ellos han perdido la vida, lo han perdido todo, de modo que ¿Quién soy yo para quejarme del cambio en mi forma de vida, si tengo lo más preciado, que es precisamente eso... La vida.
Hoy, quiero compartir un magnifico artículo publicado en La Vanguardia, escrito por la periodista Ángeles Caso.
Dejo a Ángeles que nos transmita el contenido precioso de sus palabras. Nada más. Espero que disfrutes con su lectura tanto como yo al recibirlo de personas muy queridas para mí. Saludos cordiales


La sonrisa es un síntoma de felicidad y plenitud
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación - de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Amor sano, amor sincero, amor verdadero...
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno.
Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos.
Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
El tiempo se escapa sin darnos cuenta

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila. También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar.

La inocencia de la niñez
Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.


Lo tengo todo, no me falta de nada. Soy feliz

sábado, 12 de enero de 2013

No doblegarse al miedo. Parte 1ª

Un cuento popular árabe nos deja una gran enseñanza.
Una caravana de mercaderes y peregrinos atravesaban lentamente el desierto. De pronto, a lo lejos, apareció un veloz jinete que surcaba las arenas como si su caballo llevara alas.
Cuando aquel extraño jinete se acercó, todos los miembros de la caravana pudieron contemplar, con horror, su esquelética figura que apenas si se detuvo junto a ellos. Tras una breve conversación lo comprendieron todo.
Era la Peste que se dirigía a Damasco, ansiosa de segar vidas y sembrar la muerte.
— ¿Adónde vas tan deprisa? –le preguntó el jefe.
— A Damasco. Allí pienso cobrarme un millar de vidas.
Y antes de que los mercaderes pudieran reaccionar, ya estaba cabalgando de nuevo. Le siguieron con la vista hasta que sólo fue un punto perdido entre la inmensidad de las dunas.
Semanas después la caravana llegó a Damasco. Tan sólo encontró tristeza, lamentos y desolación. La Peste se había cobrado cerca de 50.000 vidas. En todas las casas había algún muerto que llorar, niños y ancianos, muchachas, jóvenes…
El jefe de la caravana se llenó de rabia e impotencia. La Peste le había dicho que iba a cobrarse un millar de vidas… sin embargo había causado una gran mortandad.
Cuando tiempo después, dirigiendo otra caravana por el desierto, el jefe volvió a encontrarse con la Peste, le dijo con actitud de reproche:
— ¡Ya sé que en Damasco te cobraste 50.000 vidas, no el millar que me habías dicho! No sólo causas la muerte, sino que además tus palabras están llenas de falsedad.
— No –respondió la Peste con energía-, yo siempre soy fiel a mi palabra. Yo sólo acabé con mil vidas. El resto se las llevó el Miedo.


miércoles, 2 de enero de 2013

Cooperación, colaboración ...



Hoy de manera casual me he encontrado en un viejo libro de filosofía, que tenía casi en el olvido, ésta cita "Con la concordia crecen las cosas pequeñas; con la discordia se hunden las mayores." (Salustio, historiador romano.) 
La cual me ha hecho reflexionar:

Construyendo un mundo mejor (Tú + yo = fuerza)
Cooperar, colaborar, contribuir y todos los  conceptos relacionados implican trabajar juntos, tener un mismo objetivo, empujar todos en la misma dirección, hacer los caminos juntos, tomar parte con otros para conseguir objetivos comunes. Es con estos valores cómo favorecemos al otro, entendiendo que una persona coopera con las demás cuando hay una reciprocidad, ya que, si ésta no existe, hablaríamos sólo de una ayuda. Ayudar tiene una sola dirección: uno ayuda y el otro es ayudado. Cooperar tiene siempre una doble dirección: yo ayudo a otras personas, y éstas me ayudan a mí.  En resumen, yo beneficio a los demás, y los demás me benefician a mí. Así, ¡todos salimos ganando!
Y ésta reflexión me lleva a una pregunta ¿cómo sería el mundo si, una parte considerable de los moradores de éste planeta practicásemos los conceptos anteriormente mencionados?
Feliz 2013